jueves, 10 de junio de 2010

Carta de Ninon de Lenclos al márques de Sévigné

Sin fecha.

Se acabó, márques; ya no me veréis dudar más ni pasar cuidado por vustros sentimientos; ayer me convencí de que me amabais y de que me amais como yo quiero ser amada; en fin, me habéis dado entre todas las pruebas la que dejará en mi más fuerte impresión.
Entráis mientras yo estoy escribiendo; trato de ocultaros las pocas palabras que había trazado; aquel misterio excita vuestra curiosidad: el querer aclararlo era una consecuencia de vustras ideas. Yo resisto, cos insistís; persisto en mis negatvas, la cólera os arrebata; me hacéis mil cargos; la sinjurias los siguen muy de cerca; de rabia, rompéis mi tintero; el papel me es arrancado de las manos; y sin querer leerlo, lo hacéis mil pedazos... Yo hubiera podido calmaros con una sola palabra: os estaba escribiendo a vos. Pero vuestra cólera tenía demasiados hechizos a mis ojos para querer calmárosla. Os veo todavía hundido en un sillón, abatido por las reflexiones má crueles. Os levantáis con vivacidad: una mirada terrible es descargada contra mí. Salís, jurando que me detestáis. Nunca me habíais parecido tan adorable; jamás me habíais dicho nada que me hubiera convencido, tan fuertemente como aquello, de ser amada, de serlo con furor. ¡Con qué avidez mi corazón observaba todas vuetras acciones! ¡Cuánta dulzura hallaba en vuestras injurias!
En el momento en el que jurabais que yo era un monstruo para vos, yo comprendia que, asegurándome todo lo contrario tiempo atrás, me habíais convencido mucho menso de vuestra pasión.
Apenas habíais salido, cuando me di prisa a recoger los trozos de papel y de tintero. un conquistador no huella las murallas que acaba de cañonear con tanta alegría como la que sentía yo al considerar aquellas preciosas pruebas de vuestra ira, o, mejor dicho, de vuestro amor.
Si alguna vez llegaís a serme infiel, estos serán los testigos que yo prenetaré para recordaros los sentimientos que tuvisteís para mí. ¡Ah! No os vituperéis por aquel arrebato; yo pensaría no ser amada si lo fuese con moderación... El gesto terrible con que os fuisteis, ¡qué hechizos no tenía par a mis ojos! Me parecía estar viendo al dios de la guerra diciendo a Venus que la ama, pero en tono que en otra causaría miedo y terror. ¡Qué felicidad más grande la mía! Por fin he encontrado una alma educada, orgullosa y altiva, un corazón vehemente, celosoy arrebatado: soy amada como deseaba serlo.

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