Picous, 10 de diciembre de 1650
Desde hace un mes que estáis en Paris, no estoy contenta de vos. No sé si me amáis tanto como antes... Ibais a las reuniones, pero os costaba tanto esfuerzo como a mí, No me decíais: "Me gusta el baile, me gusta la compañía". Esto es como decirme: "Os amo débilmente; el amor no es ya el mayor el mayor interés de mi vida". No vayáis a pensar que hablo de la sociedad y de la corte como las mujeres de los banqueros que hablan de las mujeres de la nobleza. Tenéis una idea muy equivocada de mi filosofía; no, no tengo odio, sino a todo lo que os aleja de mí:¡si a lo menos compartierais mis pesares...! Cuando os vais de mi lado, ¿no es ello un sacrificio que hacéis al deber? Si os costara más trabajo cumplirlo, yo uniría mi esfuerzo al vuestro; pero vos no lo necesitáis, y esta idea me irrita más cada día. Si, lo juro, renunciaré a vos, como sea menester renunciar a la esperanza de agradaros yo sola; si otros intereses os ocupan, os placen, mi suerte está decida.Osasteis decirme decirme ayer que deseabais verme divertir. ¡Insensato! SAbed que de momento en que podré distraerme, en que vuestra imagen desaparezca un instante, ya no os amaré... No digáis más: "Puedo amaros con locura y divertirme"; no, no, no; si os complacéi en hallaros donde yo no estoy, es que ya no me amáis.
Por lo demás, lo habéis adivinado; yo no sabía que tuviese un amador comediante. imagino que será alguna noticia que os han traído de provincias. Puesto que intentan alarmaros, debieran a lo menos contar chismes más razonables. Noto que las mujeres, aunque no se tengan mucha caridad unas con otras, en este punto se tienen más miramientos que los hombres. Es raro que una mujer diga a otra: "Vuestro amante os engaña", como no sea muy mal intencionada, o se trate de una amiga quien piensa tener el deber de advertir; mientras que entre los hombres esto es casi una diversión: vuestros amigos os dicen esas cosas sin escrupulos. Creo adivinar la razón de sto. Cuando un hombre avisa a otro, espera curarlo; en cambio, una mujer sabe perfectamente que, por los común, al abrir los ojos a su amiga no la cura de nada. Yo estoy muy cierta, y no es vanidad, que las personas que os hablan mal de mí no obran de buena fe; afectan una severidad que no tienen; y sin el interés que piensan tener en desprenderos de mí, tal vez quien os habla mal, os hablaría bien.
Os pido perdón sinceramente por mis numerosos arañazos. Vos herís mi corazón, y yo hiero vuestras manos. Me convendría ser más diestra y más justa en mis venganzas. ¿Seguiré hablándoos? No; precisamente porque tengo mil cosas que deciros, y acaso os importunaría; es menester privarnos de nustros gustos para conservar, si podemos, nuestra felicidad. Pasáis vuestra vida en casa de la señorita d'Aubigné; ¿pensáis que me agrada esa amistad? Ayer cené con personas que os conocen much; querían convencerme de que sois ligero y hasta infiel...¡Qué mlas personas! Pronto he terminado la conversación...; tal vez hubieran acabado por destruir mi tranquilidad... La ceguera es preferible a una luz que hiere.
Cartas de amor a traves de la historia
domingo, 13 de junio de 2010
sábado, 12 de junio de 2010
Carta de Dionisio Diderot a la señorita Volland
Sin fecha.
Escribo sin ver. He venido; quería besaros la mano y marcharme. Me volveré sin recompensa; pero ¿no quedaré bastante recompensado si os he demostrado cuánto os amo? Son las nueve; os escribo que os amo, A lo menos os lo quiero escribir; pero no sé si la pluma obedece a mi deseo. ¿No vendréis quizá para que yo os lo diga y me vaya corriendo? Adiós, mi Sofia, buenas noches; ¿vuestro corazón no os dice que estoy aquí? He aquí la primera vez que escribo en tinieblas: esta situación debería inspirarme cosas rebosantes de amor. No siento sino una: que no puedo salir de aquí. La esperanza de veros un momento no me deja partir, y continúo hablándoos sin saber si mi pluma traza caracteres. En todos los puntos donde no haya nada escrito, leed que os amo.
Escribo sin ver. He venido; quería besaros la mano y marcharme. Me volveré sin recompensa; pero ¿no quedaré bastante recompensado si os he demostrado cuánto os amo? Son las nueve; os escribo que os amo, A lo menos os lo quiero escribir; pero no sé si la pluma obedece a mi deseo. ¿No vendréis quizá para que yo os lo diga y me vaya corriendo? Adiós, mi Sofia, buenas noches; ¿vuestro corazón no os dice que estoy aquí? He aquí la primera vez que escribo en tinieblas: esta situación debería inspirarme cosas rebosantes de amor. No siento sino una: que no puedo salir de aquí. La esperanza de veros un momento no me deja partir, y continúo hablándoos sin saber si mi pluma traza caracteres. En todos los puntos donde no haya nada escrito, leed que os amo.
jueves, 10 de junio de 2010
Carta de Ninon de Lenclos al márques de Sévigné
Sin fecha.
Se acabó, márques; ya no me veréis dudar más ni pasar cuidado por vustros sentimientos; ayer me convencí de que me amabais y de que me amais como yo quiero ser amada; en fin, me habéis dado entre todas las pruebas la que dejará en mi más fuerte impresión.
Entráis mientras yo estoy escribiendo; trato de ocultaros las pocas palabras que había trazado; aquel misterio excita vuestra curiosidad: el querer aclararlo era una consecuencia de vustras ideas. Yo resisto, cos insistís; persisto en mis negatvas, la cólera os arrebata; me hacéis mil cargos; la sinjurias los siguen muy de cerca; de rabia, rompéis mi tintero; el papel me es arrancado de las manos; y sin querer leerlo, lo hacéis mil pedazos... Yo hubiera podido calmaros con una sola palabra: os estaba escribiendo a vos. Pero vuestra cólera tenía demasiados hechizos a mis ojos para querer calmárosla. Os veo todavía hundido en un sillón, abatido por las reflexiones má crueles. Os levantáis con vivacidad: una mirada terrible es descargada contra mí. Salís, jurando que me detestáis. Nunca me habíais parecido tan adorable; jamás me habíais dicho nada que me hubiera convencido, tan fuertemente como aquello, de ser amada, de serlo con furor. ¡Con qué avidez mi corazón observaba todas vuetras acciones! ¡Cuánta dulzura hallaba en vuestras injurias!
En el momento en el que jurabais que yo era un monstruo para vos, yo comprendia que, asegurándome todo lo contrario tiempo atrás, me habíais convencido mucho menso de vuestra pasión.
Apenas habíais salido, cuando me di prisa a recoger los trozos de papel y de tintero. un conquistador no huella las murallas que acaba de cañonear con tanta alegría como la que sentía yo al considerar aquellas preciosas pruebas de vuestra ira, o, mejor dicho, de vuestro amor.
Si alguna vez llegaís a serme infiel, estos serán los testigos que yo prenetaré para recordaros los sentimientos que tuvisteís para mí. ¡Ah! No os vituperéis por aquel arrebato; yo pensaría no ser amada si lo fuese con moderación... El gesto terrible con que os fuisteis, ¡qué hechizos no tenía par a mis ojos! Me parecía estar viendo al dios de la guerra diciendo a Venus que la ama, pero en tono que en otra causaría miedo y terror. ¡Qué felicidad más grande la mía! Por fin he encontrado una alma educada, orgullosa y altiva, un corazón vehemente, celosoy arrebatado: soy amada como deseaba serlo.
Se acabó, márques; ya no me veréis dudar más ni pasar cuidado por vustros sentimientos; ayer me convencí de que me amabais y de que me amais como yo quiero ser amada; en fin, me habéis dado entre todas las pruebas la que dejará en mi más fuerte impresión.
Entráis mientras yo estoy escribiendo; trato de ocultaros las pocas palabras que había trazado; aquel misterio excita vuestra curiosidad: el querer aclararlo era una consecuencia de vustras ideas. Yo resisto, cos insistís; persisto en mis negatvas, la cólera os arrebata; me hacéis mil cargos; la sinjurias los siguen muy de cerca; de rabia, rompéis mi tintero; el papel me es arrancado de las manos; y sin querer leerlo, lo hacéis mil pedazos... Yo hubiera podido calmaros con una sola palabra: os estaba escribiendo a vos. Pero vuestra cólera tenía demasiados hechizos a mis ojos para querer calmárosla. Os veo todavía hundido en un sillón, abatido por las reflexiones má crueles. Os levantáis con vivacidad: una mirada terrible es descargada contra mí. Salís, jurando que me detestáis. Nunca me habíais parecido tan adorable; jamás me habíais dicho nada que me hubiera convencido, tan fuertemente como aquello, de ser amada, de serlo con furor. ¡Con qué avidez mi corazón observaba todas vuetras acciones! ¡Cuánta dulzura hallaba en vuestras injurias!
En el momento en el que jurabais que yo era un monstruo para vos, yo comprendia que, asegurándome todo lo contrario tiempo atrás, me habíais convencido mucho menso de vuestra pasión.
Apenas habíais salido, cuando me di prisa a recoger los trozos de papel y de tintero. un conquistador no huella las murallas que acaba de cañonear con tanta alegría como la que sentía yo al considerar aquellas preciosas pruebas de vuestra ira, o, mejor dicho, de vuestro amor.
Si alguna vez llegaís a serme infiel, estos serán los testigos que yo prenetaré para recordaros los sentimientos que tuvisteís para mí. ¡Ah! No os vituperéis por aquel arrebato; yo pensaría no ser amada si lo fuese con moderación... El gesto terrible con que os fuisteis, ¡qué hechizos no tenía par a mis ojos! Me parecía estar viendo al dios de la guerra diciendo a Venus que la ama, pero en tono que en otra causaría miedo y terror. ¡Qué felicidad más grande la mía! Por fin he encontrado una alma educada, orgullosa y altiva, un corazón vehemente, celosoy arrebatado: soy amada como deseaba serlo.
Carta de Enrique IV de Francia a la duquesa de Beaufort
1594
Mis bellos amores, dos horas después de partir este correo, veréis a un caballero que os ama mucho, y a quien llama rey de Francia y de Navarra, título honroso ciertamente, pero harto y pesado; el de súbdito vuestro es mucho más delicioso. Los tres títulos son buenos, sea cualquiera la salsa con la que se aderece, y no pienso cedérselos a nadie. He visto en vuestra carta la prisa que tenéis por ir a Saint-Germain.
Me agrada mucho que queráis a mi hermana; es esta una de las pruebas más seguras que podéis ofrecerme de vuestro afecto, que yo aprecio más que mi vida, y eso que ha mi vida la quiero mucho.
Buenos días, mi todo; beso vuestros hermosos ojos un millón de veces.
Hoy, 14 de septiembre, en nuestro deleitoso desiertos de Fontainebleau.
Mis bellos amores, dos horas después de partir este correo, veréis a un caballero que os ama mucho, y a quien llama rey de Francia y de Navarra, título honroso ciertamente, pero harto y pesado; el de súbdito vuestro es mucho más delicioso. Los tres títulos son buenos, sea cualquiera la salsa con la que se aderece, y no pienso cedérselos a nadie. He visto en vuestra carta la prisa que tenéis por ir a Saint-Germain.
Me agrada mucho que queráis a mi hermana; es esta una de las pruebas más seguras que podéis ofrecerme de vuestro afecto, que yo aprecio más que mi vida, y eso que ha mi vida la quiero mucho.
Buenos días, mi todo; beso vuestros hermosos ojos un millón de veces.
Hoy, 14 de septiembre, en nuestro deleitoso desiertos de Fontainebleau.
miércoles, 9 de junio de 2010
Carta de Enrique IV de Francia a Gabriela d'Estrées
20 de abril de 1593
Mis bellos amores:
Mañana es el día en que besaré esas hermosas manos millones de veces; siento ya el alivio de mis penas por la proximidad de esa dicha, que para mí es tan preciada como mi propia vida; pero si me la retardáis un solo día, moriré.
Enviadme hoy en Lavarenne, instruido de vuetrso mandatos. He recubierto un corazón de diamantes que os hará morir de ganas de poseerlo. Si los ángeles llevaran joyas, os sentaría extremadamente bien. Jamás ausencia alguna me ha atormentado como esta. Pasar el mes de abril ausente de la amada no es vivir. Recibihoy dos cartas mías, y yi, mañana, dos besos vuestros.
Buenos días, amada; beso vuestros pies un millón de veces. De Mantes, hoy XXº de abril.
Mis bellos amores:
Mañana es el día en que besaré esas hermosas manos millones de veces; siento ya el alivio de mis penas por la proximidad de esa dicha, que para mí es tan preciada como mi propia vida; pero si me la retardáis un solo día, moriré.
Enviadme hoy en Lavarenne, instruido de vuetrso mandatos. He recubierto un corazón de diamantes que os hará morir de ganas de poseerlo. Si los ángeles llevaran joyas, os sentaría extremadamente bien. Jamás ausencia alguna me ha atormentado como esta. Pasar el mes de abril ausente de la amada no es vivir. Recibihoy dos cartas mías, y yi, mañana, dos besos vuestros.
Buenos días, amada; beso vuestros pies un millón de veces. De Mantes, hoy XXº de abril.
Carta de Fernando el Católico a Isabel la Católica
Tordesillas, 16 de mayo de 1475
Mi señora:
A lo menos ahora bien se parece quien se adolece más del otro, cuanto según vuestra señoría me escribe y me hace saber cómo está de alegre; no puedo dormir, tantos son los mensajeros que allá tenemos que sin cartas que vienen, no por mengua de papel, ni de no saber escribir, salvo de mengua de amor y de altiva, pues estáis en Toledo y nosotros por aldeas, pues algún día tornaremos en el amor primero, si por no lo hiciese vuestra señoría, por no ser homicida me debe escribir y hacerme saber cómo se halla vuestra señoría en esa.
De acá no hay más de lo que Silva dirá y Fernando del Pulagar llevó; suplico a vuestra señoría que sea creído Silva y a mí mande escribir y en lo que de la princesa no se olvide, que por Dios no es de olvidar, ni tampoco su padrem que besa las manos a vustra señoría y es vuestro servidor.
El Rey.
Yo me voy mañana miércoles a Medina y su feria.
Mi señora:
A lo menos ahora bien se parece quien se adolece más del otro, cuanto según vuestra señoría me escribe y me hace saber cómo está de alegre; no puedo dormir, tantos son los mensajeros que allá tenemos que sin cartas que vienen, no por mengua de papel, ni de no saber escribir, salvo de mengua de amor y de altiva, pues estáis en Toledo y nosotros por aldeas, pues algún día tornaremos en el amor primero, si por no lo hiciese vuestra señoría, por no ser homicida me debe escribir y hacerme saber cómo se halla vuestra señoría en esa.
De acá no hay más de lo que Silva dirá y Fernando del Pulagar llevó; suplico a vuestra señoría que sea creído Silva y a mí mande escribir y en lo que de la princesa no se olvide, que por Dios no es de olvidar, ni tampoco su padrem que besa las manos a vustra señoría y es vuestro servidor.
El Rey.
Yo me voy mañana miércoles a Medina y su feria.
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